Teoría de la personalidad
Caracteriza la personalidad por una estructura u organización dinámica interna de sistemas psicofisiológicos,
que aseguran un ajuste particular respecto al entorno. La personalidad es el resultado
evolutivo de la estructuración psíquica del individuo, de la interacción de determinantes biológicos y
psicosociales, en particular del entorno familiar que es el agente de transmisión concreto y particular
de la educación y la cultura. Para Freud, si efectuamos una mirada de conjunto, la formación de la
personalidad aparece como una socialización progresiva en la que se ponen en juego identificaciones
sucesivas y múltiples. Esta organización interior se manifiesta al exterior; de un lado mediante los
mecanismos de defensa, de otro, mediante los modos de relación.
a. Los mecanismos de defensa son formas de operar del yo al encarar afectos, pulsiones, excitaciones
u otros estímulos internos (o externos), por lo que bien pueden considerarse, además, como
funciones de adaptación al mundo interno y externo del individuo. Los distintos mecanismos
prevalecen según el estímulo que provoca su intervención, según el grado de elaboración del
conflicto psíquico y según el estadio de desarrollo individual. Según sus diferentes modos de
operar y de manifestarse, son susceptibles de ser observados y analizados sistemáticamente.
Es evidente que la represión será el mecanismo de defensa prototípico de su obra.
La represión es la operación mediante la que el Yo repele, empuja y desaloja de la mente
pensamientos, imágenes, recuerdos, o cualquier otra forma de representación mental de satisfacción
pulsional satisfactoria o placentera, a la vista de exigencias procedentes del interior
(p.e. la desaprobación moral del Superyó), o por inconveniencias exteriores de cualquier
orden (las cuales acabarán provocando la desaprobación del Superyó). Es un mecanismo de
defensa normal (igual que cualquier otro): todas las personas normales han tenido que efectuar
renuncias represivas a lo largo de su desarrollo; pero, al mismo tiempo, puede ser un
mecanismo patológico.
La represión es, además, el mecanismo por antonomasia de la histeria
–grosso modo la histeria es la afección que se vive por asedio de la sobreexcitación sexual de
la que necesita defenderse mediante la represión, aunque juega un papel importante en otras
afecciones psiconeuróticas.
Freud describió, además, otros mecanismos de defensa como la regresión, la formación
reactiva, el aislamiento, la anulación retroactiva, la proyección, la introyección, vuelta contra
sí mismo, la transformación en lo contrario, la negación, la desmentida, la desestimación...
No obstante, fue Anna Freud quien intentó efectuar algo así como un primer catálogo de tales
mecanismos en su conocido opúsculo El yo y los mecanismos de defensa (1936).
b. Los modos de relación (la relación de objeto) designan las formas de intercambio entre una
persona y objetos (entre ellos otras personas) que permiten satisfacer las necesidades pulsionales.
Designa, pues, la interacción del sujeto con su mundo (interno y externo). Una relación dirigida, en última instancia, por la personalidad, una organización compleja y total que
también condicionará ese modo de relacionarse según el estadio evolutivo en que se encuentre
(p.e. en la etapa oral, el individuo presenta un modo de relación de objeto oral). También será
la responsable de formas de relación patológicas (en la melancolía se establecerá una forma
de relación de objeto melancólica).
Tiene particular relevancia dentro de la teoría económica y pulsional: así, por ejemplo, en un
determinado momento del desarrollo (el del bebé) una parte del cuerpo (la boca) determina
un modo de relación con el objeto (de incorporación oral) configurando un modo particular
de relación de objeto (oral); pues es la fuente pulsional la que busca su meta seleccionando un
objeto y estableciendo un modo particular de relación (recordar caso del ajedrez)
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