Postverdad y charlatanería*
El año 2016 fue catalogado por muchos periodistas y analistas políticos como el año de la posverdad. Este término es la traducción de post-truth, elegida palabra de ese año por Oxford Dictionaries. Su significado se refiere a algo que denota unas circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes, en la formación de la opinión pública, que la apelación a las emociones y creencias personales. Bajo estos términos, quien desee influir en la opinión pública deberá concentrar sus esfuerzos en la elaboración de discursos fáciles de aceptar, insistir en lo que puede satisfacer los sentimientos y creencias de su audiencia, más que en los hechos reales.
Así, al poco tiempo, la Sociedad de la Lengua Alemana declaró que postfaktisch sería elegida como la palabra del año 2016. Y en español, la fundación Fundéu BBVA nominó la palabra posverdad para un galardón similar.
La charlatanería es contagios. Algo de esto se puede haber extendido a nosotros como consumidores de información cuando no prestamos atención a las noticias que podemos propagar por las redes sociales. Ante esto, no estamos eximidos de responsabilidad por participar, de alguna forma, en actos difamatorios, aun cuando nos parezca que lo que hacemos no es significativo, o consideremos que lo transmitido es cierto. Cuando esto ocurre, es porque hemos dejado de considerar que el lenguaje no es solo vehículo de hechos, cifras, estrategias, demostraciones y refutaciones, sino también portador de valores. Es importante tener en cuenta que el conocimiento de lo verdadero y lo falso, aun siendo muy importante, no define suficientemente lo que se necesita para hacer justicia a los demás, y para actuar con verdadera caridad.
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